Las chimeneas de la refinería Isla en Curazao, la segunda más grande del Caribe, alumbran la noche con sus altas llamaradas que dejan un peculiar olor a azufre y pueden ser vistas casi desde cualquier punto de la capital.
Aunque a los turistas les cautivan sus luces, los habitantes de Curazao, por razones ambientales y económicas, presionan con más firmeza para que la estatal Pdvsa entregue la planta en el 2019, cuando expira su contrato de alquiler, que la ha convertido en uno de sus principales centros logísticos en el Caribe.
“La refinería ya tuvo sus días. Es una decisión moral que debe tomar el Gobierno, no económica”, dijo Edgar Leito, quien trabajó durante 39 años como gerente de Seguridad, Higiene y Ambiente de la instalación y hace poco fundó un movimiento político en Curazao que propone desmantelar la planta.
A ocho años de que expire el contrato con Pdvsa -la segunda ocupante después de la angloholandesa Shell, algunos políticos de Curazao ya comienzan a planificar qué podría construirse en los estratégicos terrenos que ocupa justo en medio de la isla.
“La Comunidad Europea podría brindarle apoyo a Curazao para traer inversiones sustitutivas. Se podría conformar un clúster para energías alternativas o un gran domo para espectáculos (…) Un mes un concierto de Shakira, el otro mes Juan Luis Guerra”, dijo Leito esperanzado.
Tras una reforma ejecutada en el 2010 y aprobada por referéndum, Curazao ya no forma parte de las Antillas Holandesas, por lo que goza de mayor autonomía aunque sigue asociada al Reino de los Países Bajos.
Expertos afirman que esto podría implicar cambios en la manera de conducir las finanzas de la isla, que en los últimos diez años ha pasado a depender cada vez menos de la refinación de crudo y más de la banca, el comercio marítimo y el turismo.
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